Bárbara apuraba el paso por la calle Arenal de Madrid, sentía que alguien la perseguía y sentía que cada vez lo tenía más cerca.
Eran las cuatro y treinta y dos minutos de la mañana de un martes en la capital y no había mucha gente. Aceleró el paso hasta el metro de Ópera, donde pensó que se encontraría a más gente. Estaba desierto.
De repente giró su cara y divisó una sombra con forma humana corriendo detrás de ella.